lunes, 5 de marzo de 2018

"¡Qué alegría sire!" "Ya no hay Pirineos" (Castelldosrius, 1700)


Con ese título se comienza la época de la ilustración en España. Luis XIV acepta la designación de Felipe V de España, más conocido como Felipe de Anjou para mantener la unión entre las dos naciones. Con él, la herencia ilustrada francesa llega a España para establecer el despotismo ilustrado español

Así, en dicho movimiento heredado, los ideales de progreso y los principios pedagógicos de Rousseau son fuente de electricidad para la sociedad española del siglo XVIII. Gracias a los grandes ilustrados, a la enciclopedia y a la redacción de nuevas pedagogías surgen nuevas figuras que alzan su voz tras la Revolución Francesa de 1789. El movimiento ilustrado español, en concreto, en materia de educación, tendrá una gran influencia por progresistas franceses como Condocert, Mirabeau, Talleyrand, Bouquier, Lepelletier o incluso los preceptos del emperador Napoleón.

Las Gracias presiden la educación del Amor (1735). François Boucher. Se trata de los primeros preceptos educativos que reconocen la importancia de la mujer en la educación.


Bouquier ya avanzaba la importancia de crear escuelas para el cultivo de la Tierra. Lakanal, crea la Escuela Normal, donde además de los conocimientos que adquirían, los alumnos debían aprender “el arte de enseñar” (a través de méritos como bolsas y socorros para los mejores), sin embargo hubo que esperar hasta que la Ley Guizot le otorgara prestigio. Talleyrand aporta el “informe de instrucción pública” incluido en la Constitución francesa de 1791  donde se incluía la educación como derecho y deber fundamental de todos los niños. Dicha instrucción prohibía a las instituciones religiosas hacerse cargo de la educación, la gratuidad de la escuela desde los 6 y 8 años y la reunificación de los estudios centrales y superiores junto a la suspensión de las Universidades.

Condorcet concreta la Constitución con su “informe sobre la organización general de la instrucción pública”. En él da importancia a la educación de la mujer, la coeducación y la estratificación de la enseñanza. Separa la educación (familia) de la instrucción (Estado). Da mucha más importancia a las materias científicas sobre las literarias y se preocupa por la formación de maestros. Entre los grados de enseñanza que proponía en primer lugar se refería a la escuela primaria donde se impartirían materias como lectura, escritura, gramática. En la enseñanza primaria superior se estudiaría matemáticas, químicas, moral y comercio. Por otra parte, crea los Institutos o enseñanzas medias de carácter técnico donde se formaban maestros de escuela y funcionarios públicos; después crea la Sociedad de las Ciencias y las Artes con el fin de vigilar, perfeccionar y extender la enseñanza. Tal es la importancia de Talleyrand y Condorcet que dichos informes repercutieron en la política escolar de las cortes de Cádiz.

En el caso de Napoleón, pone en marcha la Universidad Imperial para reestructurar y restaurar la educación en Francia con el objetivo de rehacer la unidad nacional y centralizar la enseñanza. El plan napoleónico supone la habilitación de los grados superiores (más científicos, utilitarios y profesionales), que es el modelo a seguir de casi todos los países europeos y latinos.

Autorretrato del artista (1746). Luis Meléndez. El neoclasicismo vuelve, los alumnos especializados en artes tenían que estudiar la figura humana con precisión, así como sus proporciones anatómicas.


Sin embargo, el intercambio de ideas que existía en toda Europa (Francia, Italia, Inglaterra y Alemania) no integra a España. La situación era muy diferente. Desde antaño se arrastraban problemas desde Carlos II por el miedo a la penetración de las ideas protestantes. Después, Felipe II (1559) prohibía a los españoles estudiar o explicar en universidades extranjeras. Según comentaba Feijóo “nada podía pasar desde los Pirineos hacia adentro”. España fue la misma desde finales de la edad media hasta el siglo XVIII.

Especialmente, las Universidades como la de Cervera (creada por Felipe V) sólo enseñaba sobre tomismo, suarismo y escotismo pero nada sobre Galileo, Newton o Descartes. Era una educación muy especulativa, religiosa y orgullosa. España se resistía al plan de reforma que proponían los franceses.

Hubo que esperar a la llegada de Carlos III para reformar y apostar por una educación para el pueblo. Junto a él, los grandes ilustrados españoles de confianza como Feijoo, Mayans y Jovellanos. El cambio se produce porque los reyes son extranjeros y se vuelven más vulnerables a la modernidad y sobre todo porque en casi toda Europa se impartía el racionalismo ilustrado con sede capital en Francia. Dicha revolución también llega a las academias artísticas donde fachadas como las del Hospicio madrileño, el Trascoro de Toledo o el churriguerismo se impone en el Obradoiro de Santiago de Compostela para instaurar el neoclasicismo. Sin embargo, a pesar de los avances será un siglo polémico, crítico y erudito.

En definitiva, se quería reformar el país sobre bases nuevas que proponía Condorcet. Muestras de la mayor influencia fue el “Informe Quintana” que redacta Manuel José Quintana tras la promulgación de la Constitución de 1812. El informe, de unas 30 páginas trataba sobre la reforma general de la educación española. Ese informe defendía algo muy parecido a los principios que proclamaba Condocert en Rapport et projet de decret sur l´organisation générale de l instruction publique” (1792):

  • Ofrecer a todos los individuos humanos los medios de proveer a sus necesidades, de conseguir su bienestar.

  • Que conozca, defienda sus derechos.

  • Asegurar a cada uno la facilidad de perfeccionar su industria, de capacitarse para las funciones sociales a que tiene derecho ser llamado, para desenvolver toda la extensión de los talentos que ha recibido la Naturaleza y para establecer una igualdad de hecho; hacer real la igualdad reconocida por la ley.

Sin embargo, era imposible llevar a la práctica dichos principios. La ilustración española aplicada a la educación era algo utópico porque continuaba guardando confianza el poder de la Iglesia para transformarla (expulsión de los Jesuítas pero confianza en los Escolapios). La educación para el pueblo, era una educación de reyes y burgueses desde arriba hacia abajo, en función de sus intereses. Los movimientos iniciados en España desde el marqués de la Ensenada, José Patiño y Campillo no fueron suficientes para realizar una educación con garantías al pueblo (a la polis). El movimiento ilustrado vino a ser una reforma cultural sin dañar los privilegios de las clases privilegiadas, donde la sociedad seguía organizada de forma estamental y el pueblo era empleado para solucionar la economía a través de esa “felicidad” aparente que aportaría una educación.


Bibliografía:


Guerrero, E. (1985). Historia de la Educación en España. Tomo I. Del Despotismo Ilustrado a las Cortes de Cádiz. Breviarios de Educación. Ministerio de Educación y Ciencia. Secretaría General Técnica: Madrid

Llopis, J. y Carrasco, MV. (1986). Ilustración y Educación en la España del siglo XVIII.  Universidad de Valencia: Valencia.

Berrio, JR. (1988). La Educación del pueblo español en el proyecto de los ilustrados. Revista de educación (número extraordinario) del Ministerio de Educación y Ciencia, 165-191.

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