domingo, 11 de marzo de 2018

"Solo por medio de la virtud llegarán a alcanzar la felicidad" (Jovellanos, 1801)


"La enseñanza debe inculcar el amor a la patria, el odio a la tiranía, la subordinación a la autoridad legítima, la beneficiencia, el deseo de la paz y orden público y todas las virtudes sociales que forman buenos y generosos ciudadanos, y conducen para la mejora de las costumbres, sin las cuáles ningún estado podrá tener seguridad, ni ser independiente y feliz" (Jovellanos, en Bases para la formación de un plan general de instrucción pública)

Goya (1797). Número 43 de la serie Los caprichos. La sátira artística ya preveía lo que iba a suponer el movimiento ilustrado. Voltaire, también fue capaz de ironizar sobre la ilustración.




En realidad la razón y progreso allegados desde Francia produjeron monstruos para el despotismo ilustrado español. Los proyectos ilustrados españoles se enmarcaron en unos planes de reforma que dejaron al descubierto el sueño de la razón, aunque se concibieron como primeros pasos para la regeneración del país, o al menos, para el cambio de mentalidad. Fue un movimiento proyectado por una minoría ilustrada; eran hombres de administración, de la jurisprudencia, algunos representes del clero, burgueses, nobles, intelectuales y unos pocos militares. Todos ellos estaban unidos por una intención de progreso.

Sin embargo, la sociedad estaba sumida en el Antiguo Régimen. Además, la guerra de Sucesión había dejado grandes penurias económicas que impedían el avance social. Las medidas sociales emprendidas por todos los reyes (Fernando VI, Carlos III y Carlos IV) se basaban en aparentes medidas de recuperación económica y desarrollo cultural que sin embargo carecían de fuerzas administrativas y lo único que propiciaron es una miseria encubierta (oscuridad).

La sociedad, seguía siendo estamental. La nobleza tenía el control de la agricultura, los militares, el poder eclesiástico, en definitiva toda la burocracia estaba en sus manos. Los discursos e informes nunca se llegaron a materializar para que no perdieran sus privilegios. De hecho, para votar todos estas propuestas,sólo tenían acceso a las cortes las personas con privilegio heredado por tradición. Según Berrio (1988) en el año 1797 el número de escuelas en el país era de 8.704 y el de maestros de 8.962. Estos datos indican que el planteamiento no fue fomentar la construcción de escuelas sino que se trataban de un planteamiento económico realizado en plena crisis económica que más que buscar una reforma educativa, indagaba en proponer soluciones a la economía. Así pues los ilustrados buscaron la felicidad de la nación a través de los particulares. Según el planteamiento de Jovellanos (1782) “la provincia más rica será la más feliz porque en la riqueza están todas las ventajas políticas”.

Para ello, Jovellanos incita al pueblo a conseguir la felicidad a través del aumento de la población (procreación), perfeccionar el cultivo y desarrollar la industria e incrementar el comercio (agricultura, artes y oficios) controlado en gran parte por la Sociedad Económica de Amigos del País.

El planteamiento de Floridablanca en 1787 iba por el mismo camino asegurando la necesidad de “estudiantes de ciencias y unos sabios que perfeccionen las técnicas y desarrollen las ciencias”. Es decir, se necesitaba una educación equitativa tanto para científicos como para profesores que debían estar formados previamente en la Universidad. Floridablanca habla en sus decretos de una educación extensible a todos y también a las mujeres, pero esa instrucción tenía límites para todos. La enseñanza primaria (de primeras letras) apenas se la podían permitir el pueblo llano, la superior era para hijos de nobles, dirigentes, burgueses y terratenientes. De esta manera, los hijos de los jornaleros (artesanos y pequeños propietarios) tan sólo tenían acceso a la instrucción profesional (con carácter gremial y rechazada por los nobles) debido a la técnica y esfuerzo. La escuela seguía siendo un medio de aculturación y adoctrinamiento para el pueblo (mass media).

Por todos estos planteamientos denominamos optimismo pedagógico a este movimiento aparentemente renovador de la escuela; a través de la educación (o instrucción pública) se conseguiría la virtud y esta provoca la felicidad utópica. La idea era que ese derecho que garantiza el estado permite la virtud en los individuos, así, una nación en la que impere la virtud será más fácil de gobernar y eso permite la felicidad pública, por esa razón los estudios eran útiles y universales. En realidad no era un proceso homogeneizado sino indefinido.


Goya. (1787). Los pobres de la fuente. La vida de la gente perteneciente a la clase humilde era paupérrima. Las mujeres seguían al cuidado de los niños y muchos de éstos alevines no iban al colegio.


La legislación sobre escuelas más importantes que quedan son de mediados del siglo XVIII:


  • Real Provisión de 3 de octubre 1763: dirigido a los gremios, para que leyeran libros de utilidad y cuidaran la escritura.
  • Real provisión de 5 de octubre de 1767: los jesuitas (Compañía de Jesús) fueron expulsados en 1767 y ellos se ocupaban de la instrucción elemental y primaria. La educación es laica y estatal. Se sustituyen a los jesuitas por maestros y preceptores seculares que opositaban para un puesto.
  • Real cédula de 23 de junio de 1768: concretamente en el artículo 7 se declara que la enseñanza de primeras letras (latín y retórica anteriormente) debía ser sobre la lengua castellana.
  • Real Cédula de 3 de noviembre de 1770: se pretende modernizar la nobleza y que la misma sirva al programa de desarrollo económico del país. Así, todos los oficios serían dignos para cualquier español.
  • Real Provisión del Consejo de Castilla. Disposición del 11 de julio de 1771: se fijan los requisitos y circunstancias que debían reunir los maestros de primeras letras. Se exigía un certificado eclesiástico, un informe sobre su vida, costumbres y limpieza de sangre. El examen para acceder a maestro era sobre el arte de leer, escribir y contar. A las maestras sólo se les exigía el informe de vida, costumbres y el de examen de Doctrina Cristina. Sin embargo, era una ley que prohibía la coeducación.

En 1778 el rey  Carlos III construye diputaciones, especialmente en Madrid y mantiene parroquias con el apoyo de las Escuelas Pías de San Fernando del Avapiés para socorrer a jornaleros , enfermos y niños abandonados. Los hijos de los burgueses y artesanos importantes se educaban en casa con preceptores.

La primera escuela pública se abre en abril de 1780 en Madrid. En 1783 ya había 32 en la gran capital. Pedro Rodríguez de Campomanes, fiscal del Consejo de Castilla introduce en la Real Cédula de 11 de mayo de 1783 cumplir el reglamento para la educación gratuita de las niñas, pero en realidad el estadio no ofreció apoyos y las niñas tuvieron que seguir aprendiendo oficios y no tenían fácil el acceso al aprendizaje de la lectura.

Dos años antes, la Real Cédula de 12 de Julio de 1781 recoge la obligatoriedad de la enseñanza en España entre cinco y doce años de edad y se advierte a los padres del cuidado de sus hijos para que no se conviertan en perezosos. La misión de los maestros debe ser mantener la tranquilidad política.

No debemos olvidar los métodos de renovación pedagógica que no calaron, así como la formación de escuelas patrióticas y formación profesional impulsadas por Campomanes y Nicolás Fernandez de Moratín, dando “soluciones” a las mujeres en la industria (hilar lana o algodón, así como coser) y a los hombres se les enseñaba dibujo, oficio de grabado, talabartería, pedrería, relojería, lienzos. Principios orientados a la iniciación profesional.

Sin embargo, todos estos intentos fueron en vano, en realidad la oferta pública no estaba cubierta, se acudía bastante a las obras de caridad y personas particulares. Además, los padres de los niños de clase baja no tenían tampoco interés en que sus hijos fuesen a las escuelas. Fueron los ilustrados los que se aprovecharon de la minoría para potencia la economía nacional y propagar la difusión científica y cultural. Eran planes específicos de reforma, estaban descontextualizados en un mar de contradicciones internas entre los padres de la ilustración española.


Bibliografía:

Berrio, JR. (1988). La Educación del pueblo español en el proyecto de los ilustrados. Revista de educación (número extraordinario) del Ministerio de Educación y Ciencia, 165-191.

Polt, J. H. R. (2004). Jovellanos y la educación. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com [Originariamente, este trabajo apareció publicado en (1966) El padre Feijoo y su siglo. Oviedo: Cátedra Feijoo, t. I.].
Varela, J. (1988). La educación ilustrada o cómo fabricar sujetos dóciles y útiles. Revista de educación (número extraordinario) del Ministerio de Educación y Ciencia, 245-274


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