viernes, 30 de marzo de 2018

"No servían más que para arrojar tinieblas en el espíritu en lugar de esclarecerlos" (Caimo, 1776)



Giovanni Tiépolo (1765). Alegoría a las artes y a las guerras en el reinado de Carlos III.


El siguiente reinado, fue el de Carlos III, mayormente conocido como el gran reformista radical. Esta etapa data desde 1750 hasta 1788. El sector educativo ya no lo ocupaban los colegiales y jesuitas ya que se estaban formando desde hacía casi dos décadas los primeros funcionarios dedicados a la educación; por tanto, los de la orden religiosa se vieron expulsados y relegados como grupo de presión política y religiosa. Además, la masonería entra con ímpetu en la  Administración y sobre todo en la inspección de aduanas para regular la entrada y salida de libros. Por otra parte, se practica la autocensura y la Inquisición pierde su poder (se piensa incluso en suprimirla).

Así, el Rey impulsa una situación de reforma total con la intención de suprimir de los colegios a las órdenes religiosas y sus aliados (colegiales) aunque realmente lo único que se les expropió fue su poder para educar. Carlos III se rodearía de manteístas y antiguos estudiantes pobres para inspirarse en los principios de la educación. 


Francisco Bayeu (1777).  Campomanes con toga y golilla. Este será el traje característico de los colegiales formados en Colegios Mayores de las Universidades. Los manteístas (opuestos) procedían de menos recursos aunque con capacidad para sufragar el coste de la universidad (éstos iban con sotana y manteo)


En esta etapa, la máxima autoridad borbónica se verá rodeada de colaboradores como Esquilache, Wall, Olavide y Roda; todos ellos acusados de encarnar el espíritu masón (sustitución de la religión dogmática por la ciencia y el progreso). Otro aspecto es que la censura de libros desaparece y las licencias para escribir se conceden con más facilidad.

Sin embargo, también es el siglo de las grandes reformas pedagógicas caracterizadas por la secularización en todos los sectores y la centralización educativa.  La verdad es que la influencia de hombres ilustrados como Tanucci desde la corte de Nápoles rigieron parte de las ideas de otros ministros como Floridablanca, Campomanes, Jovellanos, Mayans o Pérez Bayer. Todos ellos protagonizan algún aporte a la educación de mitad del setecientos. Así, la Hermandad de San Casiano desaparece y se crea el Colegio Académico de Primeras Letras que pretende hacer extensiva la enseñanza elemental y obligatoria. A su vez, en 1771 se establecen las condiciones exigidas a los maestros para ejercer dicha profesión (pasar un examen de doctrina cristiana, demostrar su pericia en leer, escribir, contar y una prueba de historia de la nación). En 1780 se añade la gramática y la ortografía con textos para la Academia en la que se insertan lecturas como “Introducción y camino de la sabiduría” de Luis Vives. Previamente, en 1768 se ordena que los antiguos colegios de jesuitas fueran sustituidos por escuelas menores y casas de enseñanzas para las niñas. En 1783 existe la primera intención de crear escuelas públicas en Madrid para niños y niñas pobres. No es menos el trabajo y la formación de las Sociedades Económicas de Amigos del País en las que se promovían las escuelas elementales aprovechando los gremios del pasado.

En lo más próximo a lo que actualmente conocemos como Educación Secundaria se crean los Reales estudios de San Isidro sobre las antiguas compañías jesuitas y se reorganiza el Seminario de Nobles. La expulsión de los jesuitas afectó en torno a unas doscientas casas y colegios.


Manuel Camarón (1783). Alegoría a Carlos III. Su entrada en España supone el triunfo sobre un pasado oscuro, la formación de un ejército del progreso, el arrodillamiento del pueblo y la aristocracia hacia su investidura. Se aprecia el tridente, el busto romano y el capitel corintio en el suelo, grandes realidades del arte clásico.

Las medidas reformistas fueron propagadas especialmente por el ministro Floridablanca. De esta forma, en 1768 se ordena en la Real Cédula que se creen seminarios de estudios en los locales de la orden. El Seminario de Nobles de Madrid se reorganiza como un centro modelo y los profesores como tal ganaban su plaza por concurso-oposición.  En cuanto a las materias, se planteó un plan de estudios equilibrado pero con toques modernistas donde las bellas artes se conjugaban con la matemática, física, el derecho natural y de gentes además de los idiomas clásicos como el griego, el hebreo y lenguas modernas.

En la Educación Superior, referida especialmente a la Universidad fue el sector que más se oponía a las reformas por su tradición, poder y autonomía con respecto al estado. Su espíritu medieval chocaba con el ilustrado aunque ilustrados como Mayans y Feijoo propondrán reformas lentas (por ejemplo “El teatro crítico” propone cambias los métodos de enseñanza y contenidos de las Universidades). En 1766 Roda le pide a Mayans llevar a cabo un método de enseñanza para la reforma educativa de las Universidades y éste último redacta un informe junto a Olavide (éste último ya había redactado su plan años antes con satisfacción) que proponía la nacionalización de la Universidad, la separación y primacía sobre el colegio mayor y la formación de dirigentes así como la prohibición de enseñanzas religiosas. El plan, aprobado por Campomanes (ministro de Hacienda) se quedó en el tintero. Lo cierto es que la Universidad cambia su funcionamiento tendiendo hacia la uniformidad y el regalismo (concesión de propiedades o ventajas por amiguismo).  Es en esta reforma se crea también los primeros inspectores de educación conocidos como “censores regios” o “visitadores”. Sin embargo, las ideas propuestas por estos ilustrados tardaron en calar en todas las Universidades. De hecho, las Universidades de  Salamanca y Valladolid fueron las últimas en aceptar la reforma por su carácter ultraconservador.

Así, pues, si consideramos una reforma que se materializó fue la otorgada por el Ministro Roda en 1777, mayormente conocida como “plan Roda” donde se aprueban por primera vez la concesión de becas pero no resultó fructífera ya que éstas eran concedidas a los burgueses por reunir unos requisitos que otros no podían reunir.



Otras instituciones que se crean fue la Biblioteca Pública de San Isidro (1770) de Madrid que albergaría una gran colección de libros nacionales e internacionales; la Academia de Artes de San Carlos en Valencia y las Sociedades Económicas de Amigos del País.

Real Instituto de San Isidro. Fotografía siglo XIX. Ilustraciones de las aulas de instalaciones del antiguo Colegio Imperial y de los Reales Estudios de San Isidro.

Éstas últimas fueron de especial importancia. Creadas por nobles, tenían la intención de agrupar a los hombres interesados en velar por la patria y su honor, publicar obras de utilidad, manuales de artes y de industrias. También, se promovían la pronunciación de discursos y la creación de escuelas (especialmente técnicas) para promover la educación del pueblo. Con estas Sociedades se pretendía vitalizar los gremios y modernizarlos. Realmente eran fundaciones que nacían de la iniciativa privada para organizar departamentos de agricultura, comercio y oficios. Fueron el gran avance de la Edad Moderna en nuestro país porque gracias a ellos se crean las Escuelas populares y se redactan memorias con especial interés educativo. Son el florecer de los actuales ciclos de formación profesional. La medida impulsada por Campomanes tenía el objetivo de suspender los fueros gremiales e incorporar las nuevas técnicas dictadas desde la Enciclopedia así como racionalizar los métodos de aprendizaje.



Detalle del sello de la Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla como el lema "Da luces siempre fiel". El grabado identifica los lemas de honor hacia la patria y hacia las luces del progreso. En el segundo caso se trata de las medallas que se crean una vez implantadas las Sociedades con motivo de distinción de méritos (exposición regional de Valencia, 1883)


A modo de resumen la situación educativa estaba dividida en tres bloques: 

La enseñanza elemental o primaria que es la peor atendida. Anteriormente organizada por las Iglesias, los municipios y padres. La enseñanza era impartida por religiosos, párrocos y sacristanes. Si al municipio carecía de Iglesia se contrataban a maestros ambulantes (en el caso de los ricos eran llamados preceptores). Todos ellos tenían una mala preparación hasta la llegada de maestros (funcionarios) desde  1642.  Los avances que se proponen desde 1768, considerado como el año que comienza la enseñanza laica en España propone la lengua castellana como sustitutiva del latín. Los hijos de los nombres, burgueses y artesanos importantes se educaban en sus casas. Los hijos de pobres o bien no iban a la escuela o se escolarizaban en parroquias. La primera escuela pública con carácter semiestatal que se abre fue en 1780 en Madrid, para niñas. En este campo destaca la orden de los Escolapios que si tuvieron vinculación con el Rey. La práctica escolar era lectura y entonación. También se enseña cálculo, aunque era una educación muy rudimentaria y moralizante a nivel religioso. Los libros de lectura eran doctrinales.

La enseñanza media estaba más desarrollada y mejor organizada aunque se mueve mas por el ámbito privado. El poder público prometía pero no ejecutaba ni invertía realmente. Eran instituciones con apenas entidad propia. Desatacaban las Facultades de Artes y Filosofía, conocidas mayormente como “bachiller en Artes” donde se aprendía gramática, humanidades y latinidad. Se enseñaba la cultura oral (aprendizaje y expresión) más que cultura escrita. Había una intención de adoctrinar más que de educar. Se imponían condiciones de acceso. Se enseñaba a escribir correctamente junto con instrumentos de aprendizaje a través de copia o transposición de textos (silabeo, uso de textos uneiformes).

La enseñanza superior, referida especialmente a la Universidad estaba más organizada y muy influenciada por la tradición y la Iglesia. Su financiación era autónoma porque gozaban de rentas propias. Su poder socio-político, era reforzado por los Colegios Mayores. Era una educación dura donde seguía el método de aprendizaje de memorización y repetición muy criticados por Feijoo. En última instancia están las escuelas patrióticas dedicadas a la educación utilitaria, habilidades manuales y técnicas de cada oficio.

Lo cierto es que los ilustrados tomaron conciencia de todos estos problemas de antaño que no beneficiaban a la práctica educativa moderna, pero realmente no se erradicaron estos problemas hasta la entrada de la Constitución de 1812, ya que no existía poder económico para llevar a cabo la reforma y pagar a tantos maestros y además el interés educativo estaba corrompido por la ideología ilustrada, ya que no querían indirectamente llevar la educación a todos los niveles sociales. Las nuevas escuelas profesionales no tenían buenos instructores, la revolución francesa y el miedo a reformas radicales propiciaron una neutralización de las innovaciones educativas. El intento de unir el trabajo de primeras letras (intelectual) con el de oficios (manual) no tuvo prosperidad.

Bibiografía:

Aguilar, F. (1988). Entre la escuela y la universidad: la enseñanza secundaria en el siglo XVIII. Revista de educación(número extraordinario) del Ministerio de Educación y Ciencia, 225-243.

Domínguez, M. (1990). La educación durante la ilustración española. Revista Norba, 10, 173-186.

Llopis, J. y Carrasco, MV. (1986). Ilustración y Educación en la España del siglo XVIII.  Universidad de Valencia: Valencia.

Varela, J. (1988). La educación ilustrada o cómo fabricar sujetos dóciles. Revista de educación (número extraordinario) del Ministerio de Educación y Ciencia, 245-274.


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