viernes, 30 de marzo de 2018

Ideal educativo de los políticos de Carlos III



Luis Paret y Alcázar (1775). Carlos III comiendo ante su corte. Era muy común la reunión con los ministros de una forma tranquila, en la que había tiempo para comer, beber y hablar de otros asuntos. En el cuadro se observan otros metacuadros que hablan de alegorías mitológicas referenciando al pensamiento de Carlos III: el patriotismo, el amor y el honor militar. Todos ellos son valores que se pretenden inculcar en el ideal educativo del siglo ilustrado español.


“Merece la pena poner el punto de mira en las tensiones que se dieron entonces y en las iniciativas ilustradas que no fueron atendidas por la cúpula del poder monárquico, un fenómeno que ya observaron historiadores como José A. Maravall, Pedro Voltes y Antonio Elorza. Sus suaves insinuaciones, sin embargo, fueron acalladas por el potente coro de los panegiristas de Carlos III o de Campomanes, y por aquellos que no queriendo desentonar con las pautas historiográficas siguieron utilizando los conceptos de despotismo ilustrado o reformismo borbónico. Creo que en lugar de presuponer una armonía entre la monarquía y las Luces, el reinado de Carlos III debe ser narrado cargando el acento en las múltiples y perceptibles disonancias que surgen entre reformadores y gobernantes en los períodos que corresponden a la privanza de Esquilache, Aranda y Floridablanca” (Pons, 2002).

El borbón, más allá de traer los aires de modernidad procedentes de Francia, se rodea de una cúpula política para impulsar medidas. En lo referente a la educación no existen medidas referidas directa y exclusivamente a esta temática pero a través de las instrucciones, Reales Cédulas, ensayos y cartas los ministros visionaron sus intentos de renovación educativa. Esta entrada no se refiere tanto a los intentos de renovación pedagógica, pues Jovellanos, Feijoo y Mayans serán los grandes preocupados por este tema. En realidad, entre los ministros preocupados por las medidas educativas destacaron Floridablanca, Campomanes, Aranda y  Cabarrús. En cierta manera, las medidas y los ideales desarrollados siguen vigentes explícitamente en las leyes educativas actuales; una revolución educativa desde “las nuevas monarquías” que asientan los principios básicos del currículo en las escuelas de las sociedades modernas.

Los principales proyectos educativos no tuvieron originalidad, eran una mezcla entre las ideas francesas y la tradición española; una manera de estar aquí y allí de manera televisiva pero sin presenciarlo físicamente. Era una manera de hacer vivo algo que no era suyo y darle un toque propio. En cierta manera se trató de un “esteril reformismo” inspirando en el empirismo de Bacon, los avances revolucionarios de Newton y la psicología sensacionalista de Locke junto a un sistema político elaborado por Hobbes y Locke. Todo ello, luchó por una educación útil y armónica, regulada desde unas leyes que pusieran sobre la mesa el progreso y enriquecimiento del pueblo (una educación de masa para las masas). En España la reinterpretación que hicieron los ministros no fue exacta porque querían impulsar cambios pero sin cuestionar las estructuras políticas y sociales que se habían heredado.


José Manuel Sáncez, revista el Mercurio (noviembre, 2016). La Corte de Carlos III (de izquierda a derecha): Esquilache, Tanucci, Marqués de la Ensenada, Conde de Aranda, Campomanes, Floridablanca y Olavide. Los últimos que figuran serán hombres que se preocuparán especialmente por la educación.

Campomanes redacta el proyecto de creación de una Real Academia de Letras Humanas por las que deberían pasar todas las personas que querían obtener un título para enseñar en público o en secreto y de ese manera paliar los errores del método de la enseñanza secundaria (ampliar sus campos de conocimiento). A los cuatro años, se crea el Colegio Académico y es ahí donde se promueve su programa de reforma con un carácter historicista que pretendía mantener una sociedad de estamentos y producción dominante que estuviera dirigida al trabajo y a la producción para lograr el adelantamiento de la industria española y como consecuencia la felicidad de todos los ciudadanos. 

La idea era mantener la tradición pero sin salirse de la mayoría de edad (sin ir hacia la modernidad) pues era necesario "reproducir lo que nos identifica desde la cultura y la educación". Fue una manera de hacer estéril el reformismo.

Campomanes pronuncia en su Discurso sobre la educación popular donde avanza los principios generales de las reformas en educación y también dicta con precisión el contenido que deben impartirse a los alumnos. Pone especialmente interés en que la educación debe ser diferente y específica para cada clase social puesto que este mecanismo mejora desde temprana edad la educación del niño, sin remitirse a las leyes, a las que deberá obedecer cuando crezca.

Se trata de un discurso constituido en 19 partes y dos breves apéndices finales. Principalmente defendía que a través de la educación básica o popular el niño puede llegar a desarrollar sus capacidades básicas con la finalidad de recabar en una formación interesada en el plano técnico desde los gremios y podría así aprender una profesión para aportar su trabajo al Estado. Además, se interesa por integrar a la mujer en la educación sobre todo en tareas de confección, como coser o hilar (aunque a nivel ideológico las mujeres están muy desprestigiadas y apenas aprenden a leer en la enseñanza primaria). 


Pedro Rodríguez de Campomanes (1775). Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento. Se trataba de un discurso por y para los pobres del país. Proponía una educación que navegaba entre el pragmatismo utópico y conservadurismo social; un proyecto educativo con la finalidad de la reorganización social tradicional (Robles, 2006).
Por eso, pone de relieve la importancia de Artes y Oficios. Entre ellos, el dibujo era muy importante por bautizarlo como el “padre de los oficios prácticos”. Campomanes fue un político, por tanto, que apostó por la educación de los artesanos de manera adecuada desde el saber y reglas de cada arte y el conocimiento de sus instrumentos. El método era "aprender como criados o sirvientes de sus maestros pero sin sobrecargarles con trabajos que requieran mucho esfuerzo físico". No obstante, es necesario que los sujetos se formen en doctrina cristiana y conocimientos civiles, matemáticos y de lectura para ampliar su campo cultural. Por tanto, era un modelo destinado a los pobres para tener un oficio como artesano y de esa manera progresar hacia la burguesía.

Por su parte Cabarrús, en sus Cartas recogidas por Maravall se contemplan los ideales de la revolución francesa y presenta un plan de enseñanza más radical y acorde con las doctrinas burguesas. Aporta la idea de la educación nacional como indispensable para un pueblo, para controlarlo de la opresión, el error y el embrutecimiento social. Se trata de un proyecto secularizado que ataca duramente a la enseñanza de la Iglesia y propone ascender a los niveles superiores no tanto desde los recursos económicos, clase social, sino por méritos personales o talentos individuales. Según Cabarrús, la educación nacional debe tener en cuenta la educación física, intelectual y moral. La enseñanza elemental debe de insertarse en escuelas donde los niños aprendan a leer, escribir, contar junto al aprendizaje de la geometría a través de libros más sencillos. Además, propone no olvidar impartir el catecismo político. Este político, a diferencia de Campomanes, no trata el tema de la formación de maestros ni de los métodos de enseñanza argumentando que “cualquier hombre sensato y honrado que tenga la humanidad y patriotismo puede desempeñar esa función… tras cumplir diez años, los jóvenes se distribuirán en distintas carreras gracias al gobierno y podrán escoger entre agricultura, oficios y comercio. Los que deseen seguir estudiando pasarán a estudiar bellas artes para fortificar la razón hasta los 15 años. Los que tienen gran talento, pueden continuar en los seminarios de clérigos y colegios de medicina, jurisprudencia o defensaPor otra parte, las Universidades son corruptas y deben ser sustituidas por nuevas instituciones internas. Para acceder a la educación superior es necesario un nuevo tipo de exámenes y gratuitos a los 21 años”.




La idea fundamental que aporta Cabarrús queda pendiente en una simple carta pero su finalidad no era del todo nociva para el interés educativo. La idea esencial era tomar la educación como una norma fundamental para construir una sociedad cívica y bien ordenada. Es decir, importar en la educación un sello tanto técnico como moral (principios civiles para el respeto del Estado y el Rey) para que sean felices y eviten delitos por eso “hay que dejar el interés privado que actúe libremente y de ese modo llega a armonizarse el interés público”. Para ello depositó la confianza en las academias como fuente de renovación formativa y pedagógica alejada de las prácticas y rutinas universitarias proponiendo soluciones didácticas a los problemas escolares y dando lugar a grandes debates reflexivos donde se formaban los “buenos maestros” donde teorizaban con coherencia, escribían libros de experiencias para dar bases de formas a cómo educar (estrategias teóricas prácticas). Cabarrús propone los principios de una escuela pública democrática, patriota y al margen de los grupos de intereses económicos e ideológicos. De hecho, sus principios serán tomados en cuenta en la Constitución de 1812.

No podemos olvidarnos de las medidas impulsadas por el Conde de Aranda, nombrado presidente del Consejo de Castilla, tras el motín de Esquilache. El incremento de precios de los alimentos como el pan, la bajada de sueldos y la implantación de planes reestructurados modernistas sirvieron al zaragozano para tomar las riendas del Consejo de Castilla. Especialmente sus reformas vinieron en el sector Agrario e intervino también en la regulación de las Sociedades Económicas Amigas del País. Sus aportaciones son importantes porque con él se logra el primer censo de la población española y con éste se permitía hacer un recuento de la cantidad de niños que viven en ese periodo. A su vez, participó en la expulsión de los jesuitas en 1767, excomulgados de sus funciones educativas sobre todo por participar en el motín de Esquilache e ir contra la nobleza. Además, va a promover la creación de un cuerpo policial para regular las obras de teatro; crea también los Teatros de los reales sitios en el Escorial, La Granja y Aranjuez traduciendo las obras francesas pero con un especial fin educativo, ya que él, consideraba que la educación se iniciaba en los teatros. Las obras teatrales permitían la exposición de picardía, las travesuras, las inobediencias de las que se podían extraer enseñanzas. Se ganó la confianza de Bernardo de Iriarte, Garcilaso y Leandro Fernández de Moratín.



Grabado anónimo (1767). Expulsión de los jesuitas tras el motín de Esquilache. Los padres de la educación española del siglo XVI se marchan tras la expulsión del Rey por considerarlos antiprogresistas y enclavados en su tradición teocentrista. El motín de Esquilache supuso entre otros cambios culturales, el de la vestimenta de capa corta y tricornio sustituyendo la capa larga y el chambergo. Acusado de las medidas de reestructuración y de las subidas del pan el pueblo se levantó contra él. Esquilache tuvo que dimitir y permitió la entrada de Campomanes, Conde de Aranda y Floridablanca.

Por su parte, Floridablanca se ocupa más a nivel económico. Es necesario destacar su Informe de Instrucción  Reservada en 1787 donde se resume la idea de que el clero sea ilustrado y garantizando que sean las parroquias (conventos e iglesias) donde se llevase a cabo la instrucción y regulasen medidas para incorporar recursos y personas. Es en ese informe donde se llevan a cabo reformas para asentar bases financieras estables, necesidad de obtener datos sobre número de escuelas de latinidad existentes desde 1763 a 1790. Fue un funcionario muy preocupado por los problemas de la cultura y enseñanza del país, aunque siempre con carácter reservado intentó evitar la exclusión total de las ordenes religiosas (los Escolapios se mantuvieron muy cerca de la Corte). Entre sus ideas destaca una educación extensible a todos (mujeres y hombres), aunque se refería a la enseñanza primaria porque la superior era reservada a dirigentes, burgueses y terratenientes: “lo que hace falta es el estudio de todas las ciencias y unos sabios que perfeccionen las técnicas y desarrollen las ciencias… Por esta razón, los cuadros médicos y técnicos necesitan una educación esmerada al igual que los científicos y profesores”.  Además en 1780 deja a Julián Anduga y Garimberti renovar la enseñanza de la escritura desde la racionalización, elaborando una serie de reglas que permitieran al aprendiz encontrar el sentido del aprendizaje de letras (minúsculas, mayúsculas y versalitas). Además, estuvo muy al tanto de los proyectos educativos europeos para modernizar la enseñanza de las escuelas de primera letras.


Resumen de un censo de educación de Floridablanca (1787). Se llamaban "almas" a los censados porque se recogían partidas de bautismo para inscribirlos en el censo. En él vemos como los estudiantes eran 50994 y la diferencia con los comerciantes, fabricantes, labradores y jornaleros que sumaban una cifra mayor. De entre los niños de 7 a 16 llama la atención como una buena parte de esta cifra ya se había casado, cifra que se incrementa en la edad de 16 a 25 años.



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