sábado, 31 de marzo de 2018

Ideal pedagógico de la ilustración española


La pedagogía ilustrada española se va a desarrollar en un margen de poco atrevimiento; las ideas se formulan pero no se llevan a cabo por la inestabilidad del sistema. Realmente si en Francia Rousseau será el máximo exponente de la pedagogía francesa en el siglo XVIII, en España lo será en gran parte Gaspar Melchor de Jovellanos a nivel de enseñanza educativa general, Benito Feijoo para extender la cultura desde su abadía y Mayans que promueve la reforma universitaria. De todos ellos la idea esencial reside en ser hombres bien instruidos, que han leído literatura importada desde Europa.



Retrato realizado por Francisco de Goya y Lucientes (1798). Gaspar Melchor de Jovellanos. En este cuadro Goya nos presenta a un Jovellanos reflexivo, dócil, interesado y preocupado por su futuro y el de la educación. Godoy lo destituye por tildarlo de jansenista en materia de reformas religiosas y educativas. Fue el gran preocupado por la educación de los españoles. Entre sus principios pretendía que la instrucción fuese el principio para la prosperidad de la nación y la felicidad social del individuo.
Jovellanos es el máximo exponente de la pedagogía ilustrada española. Fue un hombre muy marcado por la educación desde pequeño. Fue funcionario y jurista de la Corte de Campomanes y posteriormente ministro de Gracia y Justicia en 1979 (antes de los comicios de la primera Constitución democrática). Formó su vida como un clérigo, aunque aprovechó su suerte para dedicarse a la política. Fue el hombre de luces que más fe y empeño puso en la idea de reformar la educación y transformarla. Se preocupa especialmente por la idea idónea en la que los niños debían ser escolarizados a la vez que la preparación de los profesores y la utilidad de los textos, algo así como lo hace un director de un Centro Educativo actualmente. Para ello fija como principio la palabra PROSPERIDAD y a raíz de ella giran los principios para combatir el egoísmo y la insolidaridad de un país en contraposición a la adquisición de valores personales, desarrollo de los sentidos y explotación de materiales. Para ello plantea como lugar de aprendizaje los Institutos (en concreto el que funda en Gijón:  Mineralogía y Naútica). Con ello, mediante la náutica pretendía “formar buenos pelitos que lleven las minas a otra regiones de España y del extranjero” y en el caso de la mineralogía para explotar las minas y llevarlas a toda  España (crear un comercio interior).

Con el apoyo de la Sociedad  Económica de Amigos del País de Gijón crea en 1782 ese instituto, denominado de forma completa como: Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía dedicado a la “verdad y a la utilidad pública” e inaugurándolo con su discurso inicial donde expone su pensamiento pedagógico reconociendo que se aleja de la enseñanza escolástica y acercándose a las teorías de Rousseau. Para él, el ciudadano debe ser virtuoso, que trabaje, que tenga derechos por ser hombre y premiado con la sabiduría (sabio y útil); "hombres equilibrados partiendo desde bases existentes".

Real Instituto de Náutica y Mineralogía (1797). La fotografía es de los años ochenta. Considerado como el primer centro de enseñanza técnica en España- Se trataba del primer centro proyectado con diversas enseñanzas, cursos, docentes más especializados. Actualmente es un hotel, bautizado con su mismo nombre pero con diferentes funciones.

Entre sus obras más importantes escribe en el tomo I de la Memoria para la educación la necesidad de educar al hombre por ser “la única criatura instruible”. Para ello el sujeto debe instruirse en las formas del trato social o reglas de buena crianza. También es importante para el alumno un adiestramiento físico, moral y práctico mientras se educa porque eso hace más perfecto al hombre. También, refiere a la educación como el conjunto de verdades metódicamente concebidas; una educación sistemática y metódica que se opone al autodidactismo.

Por tanto, a partir de la instrucción, concibe la educación y de esta manera el hombre se hará un ser educado que no sólo por saber será mejor sino que necesita ser bondadoso y virtuoso a través de valores, lo que le hace digno. Para ello, la Educación física contribuye a “perfeccionar los movimientos y los actos naturales del hombre; le da fuerza, agilidad y destreza". Jovellanos incluso describe en un calendario los días, horas y lugares donde deben realizarse los ejercicios y apunta la necesidad de adaptarlos según la edad y necesidades del niño.

Su ideal pedagógico se enmarca en una serie de características que dan inspirarían la redacción de la Constitución de 1812. Para él, la educación debe ser: fuente de felicidad (virtud, valor frente a la ignorancia, pues cuanto mejor sea la instrucción de un pueblo mejor se combate la corrupción y los gobiernos servirán mejor a sus ciudadanos, desaparecerán las guerras y mejoran las condiciones de vida humana), popular (crear escuelas en todos los lugares fomentando escuelas profesionales y de oficios como agricultura, industria y navegación que derriben los muros entre estamentos sociales), universal y cristiana (educación intercultural que una razas y fronteras que vaya más allá de las creencias católicas y reconozca a todos los hombres), bilingüe (instruirse en un idioma oficial, junto al cooficial para abrir el campo de conocimiento lingüístico).

Influenciado por los principios enciclopédicos franceses resume como ilustrado en las Bases para la formación de un plan general de instrucción pública que existen muchas fuentes de prosperidad social, pero solo una es el origen de todas y ella es la instrucción pública, pues con ella todo se mejora y florece, sin ella todo decae y se arruina un estado. Concede importancia a la experimentación a través de la naturaleza (“ el hombre no verá formas y apariencias; las sustancias y esencias de las cosas se negarán siempre a sus sentidos pues será la naturaleza quién imprima en sus formas la sustancia”) y al aprendizaje a través de las ciencias, incluso se opone a la lógica aristotélica. Sin embargo, deja piezas por encajar dentro del puzzle y es que en ningún momento hace referencia a la financiación ni a la estructura escolar (primaria, secundaria o elementales). Tampoco nos deja una pedagogía metodológica y de aplicación práctica sino más bien un corpus ideológico y filosófico que defiende una instrucción técnica, profesional insertada en una producción (la importancia de educar en valores se nombra pero pasa de forma ligera). De hecho, Jovellanos sigue profundizando y escribe el Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento donde expone las condiciones de enseñanza, los exámenes y ayudas que deben recibir para conducir a los alumnos a ser más perfectos.

El plan estructurado con materias más importante es el que realiza para el Instituto Asturiano (1794). Por primera vez se detallan con precisión los cursos y asignaturas que debían aprender: en el primer ciclo (dos años de materias comunes para todas las especialidades) se aprendía geometría, trigonometría plana y esférica, álgebra, mecánica e hidromecánica. Después era necesario aprender el dibujo natural para poder crear instrumentos y levantar planos. Todo ello junto a el aprendizaje del francés e inglés. Sin embargo, considera que el saber práctico no es el único tendrían que aprender, sino que también debían formarse en una base teórica y humanista; un saber que se aprendía de la mejor manera desde las costumbres (no los toros ni los autos sacramentales) sino en los ensayos, teatros y bailes típicos, por eso Jovellanos propone fijarse muy bien en la obras de Moratín o Iriarte, mayormente enmarcadas dentro del “teatro didáctico” por sus enseñanzas.



En definitiva, fue un hombre muy cauto que jugó entre dos bandos: el tradicional y el modernista pues nunca terminó de decantar su pensamiento e ideología entre un extremo u otro. Se debatía entre abrir camino a la ciencia pero sin olvidar la religión. Incluso Azorín lo describe como “está entre dos realidades históricas, unos le tachan de conservador otros de jansenista; otros de liberal y enciclopedista y hasta de heterodoxo”.

Indudablemente, su formación estuvo muy inspirada por Benito Feijoo. Fue un monje ensayista y sobre todo crítico con todos los problemas acontecidos en la España del siglo XVIII. Su función era parecida a la de un informador que hacía abrir los ojos al pueblo (una especie de Sócrates iluminado). Gracias a él y a Sarmiento llegan la información de los problemas a gran parte de los rincones del país. Gozaba de protección incondicional del rey Carlos III, aunque muy perseguido anteriormente por la Inquisición. Entre sus críticas educativas hace una reflexión sobre la realidad del sistema educativo y pone en tela de juicio el sistema de enseñanza superior insertado en los planteamientos aristotélicos que impedían el avance de las ciencias. Esos principios los fundamenta especialmente en su Teatro Crítico universal (1726- 1739) donde propone métodos para cambiar la enseñanza hacia el aprendizaje científico y para seleccionar los alumnos que merecen ser educados (especialmente dirigidos a la Universidad, razón por la que se lleva una guerra ideológica contra ella). Para ello, junto con Antonio Verney (preceptor portugués) inician un ataque contra la pedagogía jesuita por ser barroca y estar anquilosada en la oratoria sagrada; piden reformas de contenidos (incorporar geografía, la historia, la física experimental y seguir los principios de Descartes, Bacon, Locke, Pufendorf). Era un hombre creyente pero que apostaba por las ideas modernas que estaban en circulación por Europa. Feijoo confía en que la reforma del país debe iniciarse desde la educación y las escuelas.


Retrato realizado por Francisco Antonio Bustamente (1733). Benito Feijoo. El erudito gallego fue el principal influencer del siglo XVIII español; sus obras se imprimieron en grandes tiradas y consiguieron llegar a muchas partes del país.  Proponía reformas la cultura, las costumbres y la base educativa. 

La educación del momento era teología y la escolástica, moral, jurisprudencia y física moderna estaban a un lado. Si se estudiaba algo de física, era la referida a la aristotélica y por tanto él propone un cambio de método y contenidos para ir hacia el realismo pedagógico; una manera de unir la razón a la experiencia. También destacan sus Cartas eruditas y discursos como De lo que conviene quitar y poner en la lógica metafísica y Dictados de las aulas. En ellos hacía referencia hacia el mal que supone la memorización de conceptos y el planteamiento de una educación más útil y orientativa. Su intención era de cambiar el método de estudio por dictados para incorporar libros de texto en cada asignatura pues según él con esta medida se ahorraba tiempo, no se tendría que copiar tanto, se podrían explicar más cosas y se prestaría más atención. Esta reforma "sólo es posible si los cursos se reestructuran" ya que la Universidad ha causado un gran daño (siempre ha implantado el sistema de dictados desde hacía muchas generaciones). El método debe ser análisis y comprensión de los textos de forma filosófica y reflexiva antes que memorizar. Además expone sus razones para ir contra irracionalismo (encarnado en supersticiones, brujerías), también arremete contra los milagros por hacer incultos a la gente y aprovecharse de su ignorancia, incluso, llega a defender la reivindicación de la mujer que no deben ser comparadas con los hombres.



Para la Universidad propone desde sus Cartas Eruditas la introducción de la Física, Astronomía, Botánica, Historia natural. Como esta medida la consideraba prácticamente imposible por el estado tradicionalista y conservador que impregnaba la Universidad, recoge la posibilidad de crear Academias científicas para implantar los estudios científicos en el país con la protección del monarca. Finalmente, cree que es necesaria la intervención del Estado en educación porque es el único capaz de emprender reformas y “vencerlas” frente a los hostigadores. Sus principios inspiraron a muchos ilustrados como a Sarmiento, que se convierte en su apóstol y seguirá reivindicando el poder de las ciencias en el reinado de Carlos IV.



Continuando con la línea universitaria no podemos dejar de un lado los aportes de Gregorio Mayans y Siscar redactando el Informe sobre el método de enseñanza en las Universidades. Previamente este había estado influenciado por el Plan Olavide en Sevilla. El informe pretendía nacionalizar la Universidad, separar la influencia de los Colegios Mayores y prohibir las enseñanzas religiosas regulares. Además, también se proponía cambiar los contenidos y métodos. Según su planteamiento la Universidad debía estar centralizada y no debería tener autonomía con un Rector a la cabeza y con censores regios que visiten e inspeccionen el cumplimiento de lo ordenado. Quería continuar el movimiento iniciado por los novadores antes de la ilustración donde creaban círculos y reuniones incitando a escribir obras históricas pero con rigor crítico y científico. El plan, lo incorpora rápido la Universidad de Valencia, proponiéndose como la más progresista en favor de la intelectualidad y afán de modernidad. Dicho plan era aprobado en 1787 por Floridablanca y proponía también la mejora de selección del profesorado, su sueldo, la enseñanza por cursos, la práctica científica, el perfeccionamiento del hebreo y la combinación del latín y matemáticas. También se proponía incorporar la teología moral, las leyes españolas y la historia del derecho. En la parte práctica, se dotó a la Universidad de un laboratorio químico, observatorio astronómico, máquinas de física, mejora del jardín botánico. A su vez, se comenzaron a imprimir libros de enseñanza y se empiezan a estudiar autores europeos (Van Espen, Mussenchenborek, Condorcet y Boerhaave.


Retrato realizado por Joaquín Giner (1755). Gregorio Mayans i Siscars. Fue un ilustrado muy bien apreciado por las Universidades reformistas y mal visto por los sectores mas tradicionalistas. Pablo de Olavide fue su maestro de reformas; ambos intentaron llevar a la Universidades planes de estudio, renovar la figura del director (en rector), incluir diversidad de asignaturas, ampliación de becas y acceso.

Mayans realiza lo mismo que Feijoo y Sarmiento, viene a criticar los métodos de enseñanza desde la crítica literaria a la histórica como principal preocupación. En otras obras como Los orígenes de la lengua española imparte lecciones morales sobre la cultura nacional y da instrucciones con contenido pedagógico. Según el reformista, el educando debe aplicarse en el estudio de las letras (lenguas modernas y clásicas), filosofía (Gassendi y Tosca) y las ciencias (matemáticas). Además, considera que el joven debe educarse para la reflexión y conforme a un rigor crítico recomendando lecturas como la república literaria (Fajardo) y el tratado de la elección y los métodos de estudios (abate Fleury) pues con ellos llegaran “a la madurez y perfección del juicio”. La Universidad debía estar organizada de forma minuciosa y cada materia debía tener su propio libro.

En definitiva, la pedagogía de este siglo era optimista porque en primer lugar nunca se aprobaron los planes e ideas que se proponían, en segundo lugar, muchas de estas ideas eran inviables no sólo por la crisis económicas sino por la falta de conciencia (gran parte de los ciudadanos eran analfabetos e incultos) y los políticos no hicieron mucho caso por miedo a que se llegara a una revolución parecida a la que estalló en Francia. Por tanto se consuma una pedagogía reducida al culto moral pero encubierta en un control estatal para mantener a las masas. Eran proyectos parciales y que encubrían como única causa la batalla entre la ciencia y la religión, aunque en realidad, nunca se habla de la educación que deben tener los niños desde tempranas edades porque era una educación para los niños pero sin los niños.

Bibliografía:

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