La pedagogía ilustrada española se va a desarrollar en un
margen de poco atrevimiento; las ideas se formulan pero no se llevan a cabo por
la inestabilidad del sistema. Realmente si en Francia Rousseau será el máximo
exponente de la pedagogía francesa en el siglo XVIII, en España lo será en gran
parte Gaspar Melchor de Jovellanos a nivel de enseñanza educativa general, Benito Feijoo para extender la cultura desde su abadía y Mayans que promueve la
reforma universitaria. De todos ellos la idea esencial reside en ser hombres
bien instruidos, que han leído literatura importada desde Europa.
Jovellanos es el máximo exponente de la pedagogía ilustrada
española. Fue un hombre muy marcado por la educación desde pequeño. Fue
funcionario y jurista de la Corte de Campomanes y posteriormente ministro de
Gracia y Justicia en 1979 (antes de los comicios de la primera Constitución
democrática). Formó su vida como un clérigo, aunque aprovechó su suerte para
dedicarse a la política. Fue el hombre de luces que más fe y empeño puso en la
idea de reformar la educación y transformarla. Se preocupa especialmente por la
idea idónea en la que los niños debían ser escolarizados a la vez que la
preparación de los profesores y la utilidad de los textos, algo así como lo
hace un director de un Centro Educativo actualmente. Para ello fija como
principio la palabra PROSPERIDAD y a raíz de ella giran los principios para
combatir el egoísmo y la insolidaridad de un país en contraposición a la
adquisición de valores personales, desarrollo de los sentidos y explotación de
materiales. Para ello plantea como lugar de aprendizaje los Institutos (en
concreto el que funda en Gijón:
Mineralogía y Naútica). Con ello, mediante la náutica pretendía “formar
buenos pelitos que lleven las minas a otra regiones de España y del extranjero”
y en el caso de la mineralogía para explotar las minas y llevarlas a toda España (crear un comercio interior).
Con el apoyo de la Sociedad
Económica de Amigos del País de Gijón crea en 1782 ese instituto, denominado de forma completa como: Instituto Asturiano de
Náutica y Mineralogía dedicado a la “verdad y a la utilidad pública” e
inaugurándolo con su discurso inicial donde expone su pensamiento pedagógico
reconociendo que se aleja de la enseñanza escolástica y acercándose a las
teorías de Rousseau. Para él, el ciudadano debe ser virtuoso, que trabaje, que
tenga derechos por ser hombre y premiado con la sabiduría (sabio y útil); "hombres equilibrados partiendo desde bases existentes".
Entre sus obras más importantes escribe en el tomo I de la Memoria para la educación la necesidad
de educar al hombre por ser “la única criatura instruible”. Para ello el sujeto
debe instruirse en las formas del trato social o reglas de buena crianza.
También es importante para el alumno un adiestramiento físico, moral y práctico mientras se educa porque eso hace
más perfecto al hombre. También, refiere a la educación como el conjunto de
verdades metódicamente concebidas; una educación sistemática y metódica que se
opone al autodidactismo.
Por tanto, a partir de la instrucción, concibe la educación
y de esta manera el hombre se hará un ser educado que no sólo por saber será
mejor sino que necesita ser bondadoso y virtuoso a través de valores, lo que le
hace digno. Para ello, la Educación física contribuye a “perfeccionar los
movimientos y los actos naturales del hombre; le da fuerza, agilidad y
destreza". Jovellanos incluso describe en un calendario los días, horas y
lugares donde deben realizarse los ejercicios y apunta la necesidad de
adaptarlos según la edad y necesidades del niño.
Su ideal pedagógico se enmarca en una serie de características
que dan inspirarían la redacción de la Constitución de 1812. Para él, la
educación debe ser: fuente de felicidad (virtud, valor frente a la ignorancia,
pues cuanto mejor sea la instrucción de un pueblo mejor se combate la
corrupción y los gobiernos servirán mejor a sus ciudadanos, desaparecerán las
guerras y mejoran las condiciones de vida humana), popular (crear escuelas en
todos los lugares fomentando escuelas profesionales y de oficios como
agricultura, industria y navegación que derriben los muros entre estamentos
sociales), universal y cristiana (educación intercultural que una razas y
fronteras que vaya más allá de las creencias católicas y reconozca a todos los
hombres), bilingüe (instruirse en un idioma oficial, junto al cooficial para abrir
el campo de conocimiento lingüístico).
Influenciado por los principios enciclopédicos franceses
resume como ilustrado en las Bases para
la formación de un plan general de instrucción pública que existen muchas
fuentes de prosperidad social, pero solo una es el origen de todas y ella es la
instrucción pública, pues con ella todo se mejora y florece, sin ella todo
decae y se arruina un estado. Concede importancia a la experimentación a través
de la naturaleza (“ el hombre no verá formas y apariencias; las sustancias y
esencias de las cosas se negarán siempre a sus sentidos pues será la naturaleza
quién imprima en sus formas la sustancia”) y al aprendizaje a través de las
ciencias, incluso se opone a la lógica aristotélica. Sin embargo, deja piezas
por encajar dentro del puzzle y es que en ningún momento hace referencia a la
financiación ni a la estructura escolar (primaria, secundaria o elementales).
Tampoco nos deja una pedagogía metodológica y de aplicación práctica sino más bien un corpus ideológico y filosófico que defiende una instrucción técnica, profesional insertada en una producción (la importancia de
educar en valores se nombra pero pasa de forma ligera). De hecho, Jovellanos
sigue profundizando y escribe el Discurso
sobre la educación popular de los artesanos y su fomento donde expone las
condiciones de enseñanza, los exámenes y ayudas que deben recibir para conducir
a los alumnos a ser más perfectos.
El plan estructurado con materias más importante es el que
realiza para el Instituto Asturiano (1794). Por primera vez se detallan con
precisión los cursos y asignaturas que debían aprender: en el primer ciclo (dos
años de materias comunes para todas las especialidades) se aprendía geometría, trigonometría
plana y esférica, álgebra, mecánica e hidromecánica. Después era necesario
aprender el dibujo natural para poder crear instrumentos y levantar planos.
Todo ello junto a el aprendizaje del francés e inglés. Sin embargo, considera
que el saber práctico no es el único tendrían que aprender, sino que también debían
formarse en una base teórica y humanista; un saber que se aprendía de la mejor
manera desde las costumbres (no los toros ni los autos sacramentales) sino en
los ensayos, teatros y bailes típicos, por eso Jovellanos propone fijarse muy
bien en la obras de Moratín o Iriarte, mayormente enmarcadas dentro del “teatro
didáctico” por sus enseñanzas.
En definitiva, fue un hombre muy cauto que jugó entre dos
bandos: el tradicional y el modernista pues nunca terminó de decantar su
pensamiento e ideología entre un extremo u otro. Se debatía entre abrir camino a la ciencia pero sin olvidar la religión. Incluso Azorín lo describe como “está
entre dos realidades históricas, unos le tachan de conservador otros de
jansenista; otros de liberal y enciclopedista y hasta de heterodoxo”.
Indudablemente, su formación estuvo muy inspirada por Benito Feijoo. Fue un monje ensayista y sobre todo crítico con todos los problemas
acontecidos en la España del siglo XVIII. Su función era parecida a la de un
informador que hacía abrir los ojos al pueblo (una especie de Sócrates iluminado). Gracias a él y a Sarmiento
llegan la información de los problemas a gran parte de los rincones del país.
Gozaba de protección incondicional del rey Carlos III, aunque muy perseguido
anteriormente por la Inquisición. Entre sus críticas educativas hace una
reflexión sobre la realidad del sistema educativo y pone en tela de juicio el
sistema de enseñanza superior insertado en los planteamientos aristotélicos que
impedían el avance de las ciencias. Esos principios los fundamenta
especialmente en su Teatro Crítico
universal (1726- 1739) donde propone métodos para cambiar la enseñanza
hacia el aprendizaje científico y para seleccionar los alumnos que merecen ser
educados (especialmente dirigidos a la Universidad, razón por la que se lleva
una guerra ideológica contra ella). Para ello, junto con Antonio Verney (preceptor portugués) inician
un ataque contra la pedagogía jesuita por ser barroca y estar anquilosada en la
oratoria sagrada; piden reformas de contenidos (incorporar geografía, la
historia, la física experimental y seguir los principios de Descartes, Bacon,
Locke, Pufendorf). Era un hombre creyente pero que apostaba por las ideas
modernas que estaban en circulación por Europa. Feijoo confía en que la reforma
del país debe iniciarse desde la educación y las escuelas.
La educación del
momento era teología y la escolástica, moral, jurisprudencia y física moderna
estaban a un lado. Si se estudiaba algo de física, era la referida a la
aristotélica y por tanto él propone un cambio de método y contenidos para ir
hacia el realismo pedagógico; una manera de unir la razón a la experiencia.
También destacan sus Cartas eruditas y
discursos como De lo que conviene quitar
y poner en la lógica metafísica y Dictados
de las aulas. En ellos hacía referencia hacia el mal que supone la
memorización de conceptos y el planteamiento de una educación más útil y orientativa.
Su intención era de cambiar el método de estudio por dictados para incorporar
libros de texto en cada asignatura pues según él con esta medida se ahorraba
tiempo, no se tendría que copiar tanto, se podrían explicar más cosas y se
prestaría más atención. Esta reforma "sólo es posible si los cursos se
reestructuran" ya que la Universidad ha causado un gran daño (siempre ha implantado
el sistema de dictados desde hacía muchas generaciones). El método debe ser
análisis y comprensión de los textos de forma filosófica y reflexiva antes que
memorizar. Además expone sus razones para ir contra irracionalismo (encarnado
en supersticiones, brujerías), también arremete contra los milagros por hacer
incultos a la gente y aprovecharse de su ignorancia, incluso, llega a defender
la reivindicación de la mujer que no deben ser comparadas con los hombres.
Para la Universidad propone desde sus Cartas Eruditas la introducción de la Física, Astronomía, Botánica,
Historia natural. Como esta medida la consideraba prácticamente imposible por
el estado tradicionalista y conservador que impregnaba la Universidad, recoge
la posibilidad de crear Academias científicas para implantar los estudios
científicos en el país con la protección del monarca. Finalmente, cree que es
necesaria la intervención del Estado en educación porque es el único capaz de
emprender reformas y “vencerlas” frente a los hostigadores. Sus principios inspiraron a muchos ilustrados
como a Sarmiento, que se convierte en su apóstol y seguirá reivindicando el
poder de las ciencias en el reinado de Carlos IV.
Continuando con la línea universitaria no podemos dejar de
un lado los aportes de Gregorio Mayans y Siscar redactando el Informe sobre el método de enseñanza en las
Universidades. Previamente este había estado influenciado por el Plan
Olavide en Sevilla. El informe pretendía nacionalizar la Universidad, separar
la influencia de los Colegios Mayores y prohibir las enseñanzas religiosas
regulares. Además, también se proponía cambiar los contenidos y métodos. Según
su planteamiento la Universidad debía estar centralizada y no debería tener autonomía
con un Rector a la cabeza y con censores regios que visiten e inspeccionen el
cumplimiento de lo ordenado. Quería continuar el movimiento iniciado por los
novadores antes de la ilustración donde creaban círculos y reuniones incitando
a escribir obras históricas pero con rigor crítico y científico. El plan, lo
incorpora rápido la Universidad de Valencia, proponiéndose como la más progresista
en favor de la intelectualidad y afán de modernidad. Dicho plan era aprobado en
1787 por Floridablanca y proponía también la mejora de selección del profesorado, su
sueldo, la enseñanza por cursos, la práctica científica, el perfeccionamiento
del hebreo y la combinación del latín y matemáticas. También se proponía
incorporar la teología moral, las leyes españolas y la historia del derecho. En
la parte práctica, se dotó a la Universidad de un laboratorio químico, observatorio
astronómico, máquinas de física, mejora del jardín botánico. A su vez, se
comenzaron a imprimir libros de enseñanza y se empiezan a estudiar autores
europeos (Van Espen, Mussenchenborek, Condorcet y Boerhaave.
Mayans realiza lo mismo que Feijoo y Sarmiento, viene a
criticar los métodos de enseñanza desde la crítica literaria a la histórica como
principal preocupación. En otras obras como Los
orígenes de la lengua española imparte lecciones morales sobre la cultura nacional
y da instrucciones con contenido pedagógico. Según el reformista, el educando debe
aplicarse en el estudio de las letras (lenguas modernas y clásicas), filosofía
(Gassendi y Tosca) y las ciencias (matemáticas). Además, considera que el joven
debe educarse para la reflexión y conforme a un rigor crítico recomendando
lecturas como la república literaria
(Fajardo) y el tratado de la elección y
los métodos de estudios (abate Fleury) pues con ellos llegaran “a la
madurez y perfección del juicio”. La Universidad debía estar organizada de
forma minuciosa y cada materia debía tener su propio libro.
En definitiva, la pedagogía de este siglo era optimista
porque en primer lugar nunca se aprobaron los planes e ideas que se proponían,
en segundo lugar, muchas de estas ideas eran inviables no sólo por la crisis
económicas sino por la falta de conciencia (gran parte de los ciudadanos eran
analfabetos e incultos) y los políticos no hicieron mucho caso por miedo a que
se llegara a una revolución parecida a la que estalló en Francia. Por tanto se
consuma una pedagogía reducida al culto moral pero encubierta en un control
estatal para mantener a las masas. Eran proyectos parciales y que encubrían
como única causa la batalla entre la ciencia y la religión, aunque en realidad,
nunca se habla de la educación que deben tener los niños desde tempranas edades
porque era una educación para los niños pero sin los niños.
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