"Un teatro tal, después de entretener honesta y agradablemente a los espectadores, iría también formando su corazón y cultivando su espíritu, es decir que iría mejorando la educación de la nobleza y rica juventud que de ordinario lo frecuenta. En este sentido su reforma parece absolutamente necesaria, por lo mismo que son más raros entre nosotros los establecimientos destinados a esta educación. No, nuestro extremo cuidado en multiplicar cierta especie de enseñanzas científicas no basta a disculpar el abandono con que miramos la enseñanza civil, aquella que necesita el mayor número, aun entre los nobles y ricos, y que es tanto más importante cuanto más influjo tiene en el bien general y, sobre todo, en las costumbres públicas" (Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España, Jovellanos, 1790)
Más allá de las instituciones que
encarnaron la educación (recordemos la labor de las Escuelas Pías, del
Seminario de Nobles por los jesuitas, colegios de refugio dedicados a niños
pobres, academia de bellas artes, la creación de escuelas en gremios y la
influencia de los Colegios Mayores en las Universidades) no se llegaron a
consolidar planes estructurados. Las políticas no fueron muy efectivas. Sin
embargo, es necesario dedicar una entrada a la literatura española del setecientos que
influye de manera explícita en la educación del siglo XVIII española.
Jovellanos, Feijoo, Tomás de Iriarte y Felix de Samaniego y Leandro de Moratín
crean ensayos, poemas y obras teatrales que inauguran el “teatro didáctico”.
Todos estos autores van a
reivindicar la supremacía de los valores clásicos pero abrazados a la
modernidad, es decir, desde el neoclasicismo renacen las ideas del pasado
(renacimiento) para sustituir al barroco que transmitía tristeza y oscuridad.
Todas estas obras alumbrarán ciertas ideas de los posteriores romanticistas del
siglo XIX.
Las obras de estas épocas nacen
desde el espíritu crítico, rompen con el principio de autoridad que estaba
encasillado en la tradición triste y apenada. Gracias a esta reivindicación el
arte y la literatura (como en la mayor parte de los casos) encontró su cebo
para aportar nuevas ideas, renovar las formas de expresión cultural e
implicarlas indirectamente en la didáctica. La literatura de este siglo se basa
en la expresión de las emociones y eludir de algún modo las reglas clásicas
pero sin romper el equilibrio y la armonía (estética). Así pues nos movemos en
un mundo artístico y literario en el que convergen diversas ideas postbarrocas,
neoclásicas y prerrománticas.
Si nos referimos a la prosa como
tal, el género más importante que destaca en este siglo es el ensayo pero
empleado para exponer de forma teórica y con entonación las críticas y
pensamientos ilustrados. Dicho género fue extendido de forma más fácil gracias
a su publicación en la prensa escrita por ser una “lectura cómoda y barata”.
Por tanto, la sociedad y el poder toman conciencia sobre la importancia
mediática de los periódicos y su poder de influencia pero no por su poder
informativo sino por su capacidad de divulgar y educar al pueblo. En ellas se
critican las costumbres, los comportamientos e ideas heredadas. Por ejemplo, José Cadalso en sus Cartas Marruecas
(1793) que desde la perspectiva de un extranjero critica las costumbres españolas.
Otra obra que destaca es Noches Lúgubres (1790)
donde a través de personajes inventados expone los sentimientos de amor por la
muerte de su cónyuge.
Por otra parte, Jovellanos se centra en emplear los ensayos para exponer sus ideas de cara a los Informes sobre Ley Agraria (1974) o la Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas (1796) donde expone su preocupación por el teatro para que obedezca a un fin educador. Finalmente expone su preocupación pedagógica en la Memoria sobre educación pública (1802) donde economía, prosperidad y felicidad son los objetivos a lograr en el niño. No obstante, se le atribuyen dos obras teatrales Pelayo y Muntuza (1769) y el Delincuente honrado (1774) donde el hombre comete actos injustos y es el soberano (el pueblo) quién lo salva.
Por otra parte, Jovellanos se centra en emplear los ensayos para exponer sus ideas de cara a los Informes sobre Ley Agraria (1974) o la Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas (1796) donde expone su preocupación por el teatro para que obedezca a un fin educador. Finalmente expone su preocupación pedagógica en la Memoria sobre educación pública (1802) donde economía, prosperidad y felicidad son los objetivos a lograr en el niño. No obstante, se le atribuyen dos obras teatrales Pelayo y Muntuza (1769) y el Delincuente honrado (1774) donde el hombre comete actos injustos y es el soberano (el pueblo) quién lo salva.
Feijoo, por su parte emplea el
ensayo para subrayar los quehaceres de la educación para no cometer los mismos
errores populares que habían sumergido la tradición educativa y sobreponerlos
con la ayuda de la ciencia. Destacan el Teatro
crítico Universal (1727-1739) y las Cartas
eruditas y curiosas.
Lo curioso es que tanto
Jovellanos como Feijoo emplean un estilo claro y directo, alejado del barroco y
próximos a un lenguaje más académico. A día de hoy esos ensayos suponían las
leyes o premisas más importantes del momento y como vemos no estaban ordenadas
por artículos ni derechos.
Aunque la prensa era quién publicaba estos ensayos, es necesario indicar la escasa importancia que recibió la novela. Diego Torres de Villarroel escribe Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villaroel (1759) donde se narran aventuras de forma satírica (parecido a la picaresca) sobre la decadencia cultural del país. Por otra parte, el jesuita Padre Isla publica en 1758 la Historia del famosos predicador de fray Gerundio de Campazas, alias Zotes en la que también satiriza la recitación de las obras en latín.
Aunque la prensa era quién publicaba estos ensayos, es necesario indicar la escasa importancia que recibió la novela. Diego Torres de Villarroel escribe Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villaroel (1759) donde se narran aventuras de forma satírica (parecido a la picaresca) sobre la decadencia cultural del país. Por otra parte, el jesuita Padre Isla publica en 1758 la Historia del famosos predicador de fray Gerundio de Campazas, alias Zotes en la que también satiriza la recitación de las obras en latín.
En el género poético, la poesía
ilustrada va a estar influenciada en parte por el movimiento postbarroco
iniciado en Quevedo y Góngora, aunque con temas más preocupados por la amistad,
solidaridad, búsqueda de la felicidad, bien común, importancia de la educación,
crítica de costumbres y reivindicación del papel de la mujer. Esta poesía debía
tener un poder “didáctico” de manera que enseñaran entreteniendo (sobre todo
con fábulas). Entre ellos destacan el Endimión
(1755) como Terpsicore de Juan
Bautista Arriza o Emilia, poema
descritivo y moral recordando al Emilio
de Rousseau. Este tipo de poesía recordaba los temas mitológicos donde
aparecen las fuentes, casas, jardines, dioses (gusto por lo natural y la
ciencia sin recurrir a dioses cristianos). En la temática época destacan Vaca
de Guzmán con Las naves de Cortés
destruidas y la toma de Granada por los Reyes
Católico. Jovellanos también
escribe en su Epístola I (1776) los
nuevos cauces de la poesía útil y didáctica, encarnada en sentimientos pero con
temas que aportan reflexión hacia la educación.
De esta manera comienzan poetas
como Iriarte con obras como Sátira
contra la literatura chapucera de estos tiempos (1782), la felicidad de la vida
del campo (1779), La música (1779) y y sus famosas Fábulas literarias (1782) donde se contienen moralejas en las que
los personajes son animales, elementos o seres inventados y en su interacción
ofrecen una enseñanza final. Sin embargo su carrera no acaba en la poesía
también destacó en el teatro con comedias como Hacer, que hacemos (1770), El
señorito mimado (1780), la señora malcriada (1788) y Guzmán el Bueno (1791)
donde ya introduce la orquesta creada por Rousseau. En sus obras teatrales humoriza
sobre el español vago, encasillado en la tradición y que no saber hacer nada, personajes
maleducados y con escasez educativa.
Otro contemporáneo poeta fue
Felix de Samaniego que escribe también las Fábulas
en verso castellano (1781) llevando así una guerra literaria con Iriarte. Eran
fábulas escritas en verso con carácter prosaico y finalidad didáctica. En este
caso ya no se emplea un tono ingenuo sino que desnuda la crítica, la hace
visible y revela los malos hábitos sociales y actitudes políticas. Tampoco
podemos olvidar su poesía erótica y humorística con El jardín de Venus (1780).
No podemos concluir sin nombrar a Moratín, un
gran intelectual que se influencia de la literatura extranjera. Fue autor de
varias poesías épicas escritas con un tono romántico. También escribió poemas
religiosos y morales como A la Virgen
Nuestra Señora (1795) donde expone
su fervor a la virgen de Lendinara pero desde lo más profundo de sus
sentimientos, aunque no olvida de nombrar que existe un Ser Supremo encarnado
en la razón. También destacan La Diana o
Arte de la caza (1765) y el Arte de
las Putas donde ya no son consejos lo que se ofrecen sino enseñanzas a
través de la ironía y parodia alejadas del estilo antiguo aburrido. En el
último poema referido, Moratín pone énfasis en el erotismo donde exponía a modo
de anécdotas las peripecias por las que pasaban las trabajadoras de la noche de
Madrid.
Sin embargo Moratín va a ser el
máximo exponente del teatro didáctico del siglo XVIII en España. Este teatro
tenía la finalidad de extender implícitamente las ideas ilustradas que
reformarían la sociedad con representaciones verosímiles con la realidad,
personajes que se comportaban de acuerdo con su sexo y condición social. Eran
obras donde también se respetaba la unidad de lugar, tiempo y acción; tampoco
se mezclaban las tragedias y comedias, no se representaban escenas violentas ni
se situaban más de tres personajes en escena. Van a ser comedias de enredo, de
magia u obras dirigidas (sainetes) por Ramón de la Cruz inspiradas en las ya
escritas por Racine o Voltaire. Estos aspectos se ven en las obras de Fernández
de Moratín, que crea la “comedia moratiniana” que ridiculizaba los vicios de la
época, una forma de hacer del teatro un instrumento para cambiar las costumbres
y cultura. Se proponía imitar las conductas de los héroes por sus
razonamientos; personajes que no cambian de carácter ni evolucionan en la obra.
Se alternaba el lenguaje coloquial y retórico que requeria entonación y calidad
en los personajes. En las tragedias, los actores se dirigían al público para
instruirles.
Entre sus obras destacan El viejo y la niña (1790) donde mostraba
la calamidad que supone casarse entre personas de diferente edad donde el
interés familiar está muy presente. La
comedia nueva (1790) reduce de forma absurda los artificios del teatro de
su época. La Mojigata (1804) expone
los problemas de educación desigual en el que se encasillaban las niñas de este
siglo. Finalmente su obra más reconocida es El
sí de las niñas (1806) donde hace referencia a la falta de libertad de
elección por parte de la mujer sumisa de la época para escoger su verdadero
amor, aunque lo más relevante es que hay dos personajes que encarnan la
confrontación educativa: uno de ellos defiende la necesidad de la obediencia en
los padres para ser educados (Doña Francisca) y el otro (Don Diego) defiende la libertad de los
niños para educarse, pues el padre no debe ser egoísta, debe ser racional,
buscar el bienestar y la felicidad de sus hijos; no debe imponerle decisiones
particulares (el padre tiene que ser el modelo de actuación de los niños).
Como vemos, algunas de estas obras incluso aparecen en los
libros de estudio de Secundaria y Bachillerato como muestra de que la
literatura de esta época también es importante conocerla porque supuso un
avance para el aprendizaje de lecciones morales. No es casualidad por tanto que
en las escuelas se aprendan moralejas y lecciones a través de la literatura, un
método didáctico que tiene su origen en la ilustración y que continúa en la
actualidad, ya que hasta la ilustración lo único que se hacía era traducir y
aprender la lengua pero no se extraían significados morales de ellos.
Bibliografía:
Álvarez, M. (2009). Algunas propuestas didácticas sobre el teatro del siglo XVIII. Tejuelo, 5, 168-181.
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