domingo, 1 de abril de 2018

"La política debe buscar una luz más cierta y clara para observar nuestros usos y costumbres con algún provecho" (Jovellanos, 1790)

Obra realizada por Jaime Marquet (1771). Real Coliseo de Carlos III. La creación de teatros para la representación de obras por las Compañías de los Reales sitios es una realidad en el siglo XVIII, una realidad adoptada desde Francia y readaptada en nuestro país con sus peculiaridades.

"Un teatro tal, después de entretener honesta y agradablemente a los espectadores, iría también formando su corazón y cultivando su espíritu, es decir que iría mejorando la educación de la nobleza y rica juventud que de ordinario lo frecuenta. En este sentido su reforma parece absolutamente necesaria, por lo mismo que son más raros entre nosotros los establecimientos destinados a esta educación. No, nuestro extremo cuidado en multiplicar cierta especie de enseñanzas científicas no basta a disculpar el abandono con que miramos la enseñanza civil, aquella que necesita el mayor número, aun entre los nobles y ricos, y que es tanto más importante cuanto más influjo tiene en el bien general y, sobre todo, en las costumbres públicas" (Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España, Jovellanos, 1790)

Más allá de las instituciones que encarnaron la educación (recordemos la labor de las Escuelas Pías, del Seminario de Nobles por los jesuitas, colegios de refugio dedicados a niños pobres, academia de bellas artes, la creación de escuelas en gremios y la influencia de los Colegios Mayores en las Universidades) no se llegaron a consolidar planes estructurados. Las políticas no fueron muy efectivas. Sin embargo, es necesario dedicar una entrada a la literatura española del setecientos que influye de manera explícita en la educación del siglo XVIII española. Jovellanos, Feijoo, Tomás de Iriarte y Felix de Samaniego y Leandro de Moratín crean ensayos, poemas y obras teatrales que inauguran el “teatro didáctico”.

Todos estos autores van a reivindicar la supremacía de los valores clásicos pero abrazados a la modernidad, es decir, desde el neoclasicismo renacen las ideas del pasado (renacimiento) para sustituir al barroco que transmitía tristeza y oscuridad. Todas estas obras alumbrarán ciertas ideas de los posteriores romanticistas del siglo XIX.

Las obras de estas épocas nacen desde el espíritu crítico, rompen con el principio de autoridad que estaba encasillado en la tradición triste y apenada. Gracias a esta reivindicación el arte y la literatura (como en la mayor parte de los casos) encontró su cebo para aportar nuevas ideas, renovar las formas de expresión cultural e implicarlas indirectamente en la didáctica. La literatura de este siglo se basa en la expresión de las emociones y eludir de algún modo las reglas clásicas pero sin romper el equilibrio y la armonía (estética). Así pues nos movemos en un mundo artístico y literario en el que convergen diversas ideas postbarrocas, neoclásicas y prerrománticas.

Si nos referimos a la prosa como tal, el género más importante que destaca en este siglo es el ensayo pero empleado para exponer de forma teórica y con entonación las críticas y pensamientos ilustrados. Dicho género fue extendido de forma más fácil gracias a su publicación en la prensa escrita por ser una “lectura cómoda y barata”. Por tanto, la sociedad y el poder toman conciencia sobre la importancia mediática de los periódicos y su poder de influencia pero no por su poder informativo sino por su capacidad de divulgar y educar al pueblo. En ellas se critican las costumbres, los comportamientos e ideas heredadas. Por ejemplo, José Cadalso en sus Cartas Marruecas (1793) que desde la perspectiva de un extranjero critica las costumbres españolas. Otra obra que destaca es Noches Lúgubres (1790) donde a través de personajes inventados expone los sentimientos de amor por la muerte de su cónyuge.




Por otra parte, Jovellanos se centra en emplear los ensayos para exponer sus ideas de cara a los Informes sobre Ley Agraria (1974) o la Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas (1796) donde expone su preocupación por el teatro para que obedezca a un fin educador. Finalmente expone su preocupación pedagógica en la Memoria sobre educación pública (1802) donde economía, prosperidad y felicidad son los objetivos a lograr en el niño. No obstante, se le atribuyen dos obras teatrales Pelayo y Muntuza (1769) y el Delincuente honrado (1774) donde el hombre comete actos injustos y es el soberano (el pueblo) quién lo salva.



Feijoo, por su parte emplea el ensayo para subrayar los quehaceres de la educación para no cometer los mismos errores populares que habían sumergido la tradición educativa y sobreponerlos con la ayuda de la ciencia. Destacan el Teatro crítico Universal (1727-1739) y las Cartas eruditas y curiosas.

Lo curioso es que tanto Jovellanos como Feijoo emplean un estilo claro y directo, alejado del barroco y próximos a un lenguaje más académico. A día de hoy esos ensayos suponían las leyes o premisas más importantes del momento y como vemos no estaban ordenadas por artículos ni derechos.

Aunque la prensa era quién publicaba estos ensayos, es necesario indicar la escasa importancia que recibió la novela. Diego Torres de  Villarroel escribe Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villaroel (1759) donde se narran aventuras de forma satírica (parecido a la picaresca) sobre la decadencia cultural del país. Por otra parte, el jesuita Padre Isla publica en 1758 la Historia del famosos predicador de fray Gerundio de Campazas, alias Zotes en la que también satiriza la recitación de las obras en latín.



En el género poético, la poesía ilustrada va a estar influenciada en parte por el movimiento postbarroco iniciado en Quevedo y Góngora, aunque con temas más preocupados por la amistad, solidaridad, búsqueda de la felicidad, bien común, importancia de la educación, crítica de costumbres y reivindicación del papel de la mujer. Esta poesía debía tener un poder “didáctico” de manera que enseñaran entreteniendo (sobre todo con fábulas). Entre ellos destacan el Endimión (1755) como Terpsicore de Juan Bautista Arriza o Emilia, poema descritivo y moral recordando al Emilio de Rousseau. Este tipo de poesía recordaba los temas mitológicos donde aparecen las fuentes, casas, jardines, dioses (gusto por lo natural y la ciencia sin recurrir a dioses cristianos). En la temática época destacan Vaca de Guzmán con Las naves de Cortés destruidas y la toma de Granada por los Reyes  Católico.  Jovellanos también escribe en su Epístola I (1776) los nuevos cauces de la poesía útil y didáctica, encarnada en sentimientos pero con temas que aportan reflexión hacia la educación.

De esta manera comienzan poetas como Iriarte con obras como Sátira contra la literatura chapucera de estos tiempos (1782), la felicidad de la vida del campo (1779), La música (1779) y y sus famosas Fábulas literarias (1782) donde se contienen moralejas en las que los personajes son animales, elementos o seres inventados y en su interacción ofrecen una enseñanza final. Sin embargo su carrera no acaba en la poesía también destacó en el teatro con comedias como Hacer, que hacemos (1770), El señorito mimado (1780), la señora malcriada (1788) y Guzmán el Bueno (1791) donde ya introduce la orquesta creada por Rousseau. En sus obras teatrales humoriza sobre el español vago, encasillado en la tradición y que no saber hacer nada, personajes maleducados y con escasez educativa.



Otro contemporáneo poeta fue Felix de Samaniego que escribe también las Fábulas en verso castellano (1781) llevando así una guerra literaria con Iriarte. Eran fábulas escritas en verso con carácter prosaico y finalidad didáctica. En este caso ya no se emplea un tono ingenuo sino que desnuda la crítica, la hace visible y revela los malos hábitos sociales y actitudes políticas. Tampoco podemos olvidar su poesía erótica y humorística con El jardín de Venus (1780).



No podemos concluir sin nombrar a Moratín, un gran intelectual que se influencia de la literatura extranjera. Fue autor de varias poesías épicas escritas con un tono romántico. También escribió poemas religiosos y morales como A la Virgen Nuestra Señora (1795) donde  expone su fervor a la virgen de Lendinara pero desde lo más profundo de sus sentimientos, aunque no olvida de nombrar que existe un Ser Supremo encarnado en la razón. También destacan La Diana o Arte de la caza (1765) y el Arte de las Putas donde ya no son consejos lo que se ofrecen sino enseñanzas a través de la ironía y parodia alejadas del estilo antiguo aburrido. En el último poema referido, Moratín pone énfasis en el erotismo donde exponía a modo de anécdotas las peripecias por las que pasaban las trabajadoras de la noche de Madrid.

Sin embargo Moratín va a ser el máximo exponente del teatro didáctico del siglo XVIII en España. Este teatro tenía la finalidad de extender implícitamente las ideas ilustradas que reformarían la sociedad con representaciones verosímiles con la realidad, personajes que se comportaban de acuerdo con su sexo y condición social. Eran obras donde también se respetaba la unidad de lugar, tiempo y acción; tampoco se mezclaban las tragedias y comedias, no se representaban escenas violentas ni se situaban más de tres personajes en escena. Van a ser comedias de enredo, de magia u obras dirigidas (sainetes) por Ramón de la Cruz inspiradas en las ya escritas por Racine o Voltaire. Estos aspectos se ven en las obras de Fernández de Moratín, que crea la “comedia moratiniana” que ridiculizaba los vicios de la época, una forma de hacer del teatro un instrumento para cambiar las costumbres y cultura. Se proponía imitar las conductas de los héroes por sus razonamientos; personajes que no cambian de carácter ni evolucionan en la obra. Se alternaba el lenguaje coloquial y retórico que requeria entonación y calidad en los personajes. En las tragedias, los actores se dirigían al público para instruirles.



Entre sus obras destacan El viejo y la niña (1790) donde mostraba la calamidad que supone casarse entre personas de diferente edad donde el interés familiar está muy presente. La comedia nueva (1790) reduce de forma absurda los artificios del teatro de su época. La Mojigata (1804) expone los problemas de educación desigual en el que se encasillaban las niñas de este siglo. Finalmente su obra más reconocida es El sí de las niñas (1806) donde hace referencia a la falta de libertad de elección por parte de la mujer sumisa de la época para escoger su verdadero amor, aunque lo más relevante es que hay dos personajes que encarnan la confrontación educativa: uno de ellos defiende la necesidad de la obediencia en los padres para ser educados (Doña Francisca) y el otro (Don Diego) defiende la libertad de los niños para educarse, pues el padre no debe ser egoísta, debe ser racional, buscar el bienestar y la felicidad de sus hijos; no debe imponerle decisiones particulares (el padre tiene que ser el modelo de actuación de los niños).
Pintura de Francisco de Goya y Lucientes (1812). Majas al balcón. El cuadro representa a dos muchachas apoyadas en un balcón tapadas con un velo y con vestimentas muy ostentosas, aparecen cuchicheando y detrás la amenaza de los hombres que las cotejan y las supervisan. La actitud del pintor refleja ya una crítica de la sociedad por representar esta escena.

Como vemos, algunas de estas obras incluso aparecen en los libros de estudio de Secundaria y Bachillerato como muestra de que la literatura de esta época también es importante conocerla porque supuso un avance para el aprendizaje de lecciones morales. No es casualidad por tanto que en las escuelas se aprendan moralejas y lecciones a través de la literatura, un método didáctico que tiene su origen en la ilustración y que continúa en la actualidad, ya que hasta la ilustración lo único que se hacía era traducir y aprender la lengua pero no se extraían significados morales de ellos.

Bibliografía:

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